Antes de que la Navidad fuese la Navidad, las luces ya estaban ahí. La Natividad se celebra el 25 de diciembre desde el año 354, por orden del papa Liberio. El objetivo del Pontífice era que la festividad de la nueva religión coincidiese con las Saturnales, la celebración más importante del calendario romano, que se prolongaba entre el 17 y el 24 de diciembre. Las Saturnales, a su vez, coincidían con el solsticio de invierno, el momento del año en que los días son más cortos en el hemisferio occidental y que todas las culturas conmemoran de una forma u otra. Estas tres celebraciones tienen un elemento en común esencial en sus rituales: en todas se encienden luces.
Las calles de la antigua Roma, normalmente oscuras y peligrosas, se iluminaban durante una semana, lo que permitía que sus habitantes se lanzasen a celebrar. “La noche se convertía en día gracias a que la gente iluminaba las calles de la mejor forma posible con antorchas, lucernas…”, explica el historiador Nestor F. Marqués. “En cualquier otro momento del año, en una sociedad sin electricidad, la vida se apagaba con el ocaso y las calles por las noches estaban reservadas a borrachos y malhechores.
En realidad, la obsesión con la luz en esta época del año es anterior a la antigua Roma y se pierde en la noche de los tiempos, en las primeras religiones, en el culto al sol, que durante los solsticios volvía a resurgir desde su aparente derrota.
Janucá, por ejemplo, una celebración esencial en el calendario judío se conmemora en estas mismas fechas y es conocida como la fiesta de las luces.
En las grandes ciudades, al principio de la Revolución Industrial, las calles eran oscuras y peligrosas en cuanto se ponía el sol. Por eso se convirtió en una celebración doméstica y el círculo familiar se convirtió en un lugar seguro.
En Alemania, en el s. XIX se ataron velas a las ramas de los árboles para iluminar con un poco más de luz las noches de la época.
Sin embargo, todo volvió a transformarse con la llegada de la electricidad, a caballo entre los siglos XIX y XX, cuando las ciudades se llenaron de luces, especialmente en esta época del año.
Aunque eran muy caras, un producto de lujo, y hasta la década de los años treinta del siglo XX. no se popularizaron.
Paulatinamente se van democratizando e incorporamos las luces de Navidad a nuestra vida cotidiana, basada en el consumo masivo de energía.
Es evidente que necesitamos luz durante estos días de diciembre y seguro que encontraremos la manera de cuidar nuestro planeta al mismo tiempo.
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